
¿Qué estructuras e infraestructuras mantienen los vínculos y relaciones entre el campo y la ciudad? ¿Cómo la arquitectura y las tecnologías emergentes mantendrán o no esta coexistencia de ambos mundos en el futuro? La reducción de la huella ecológica, el impacto del cambio climático, la descentralización de las grandes ciudades, la seguridad alimentaria y demás problemáticas contemporáneas interpelan a profesionales de la arquitectura y el urbanismo a nivel global bajo el principal objetivo común que se centra en mejorar la calidad de vida de la ciudadanía y alcanzar el bienestar físico, mental y emocional en el entorno construido y natural.
Si bien múltiples experiencias en torno a la aplicación de la inteligencia artificial en diferentes ámbitos están teniendo lugar en la actualidad, la introducción de la tecnología en los procesos creativos y de diseño se plantea mejorar la eficiencia y la práctica profesional desde herramientas capaces de integrar, replantear y/o reimaginar los modos de construir y habitar. En conversación con el arquitecto argentino Francisco Escapil, con sede en La Plata, Buenos Aires, y dedicado a la investigación sobre el uso de la IA en la arquitectura, nos propusimos indagar sobre el impacto de la aplicación de inteligencias en la arquitectura y la industria de la construcción entendiendo su rol como agentes de cambio e impulsores de debate a partir de la creación de futuros imaginarios.

ArchDaily (Agustina Iñiguez): ¿Cómo comenzaste a investigar sobre la IA en la arquitectura? ¿Cuál fue tu inspiración para empezar a trabajar en este campo?
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¿La inteligencia artificial puede convertir a los arquitectos en mejores comunicadores?Francisco Escapil: Mi acercamiento a estas herramientas digitales no vino desde lo técnico ni por una necesidad profesional. Fue más bien una forma de juego. Empecé a experimentar con plataformas como Midjourney o Leonardo, impulsado por una curiosidad sobre la imagen y la representación, temas que siempre me interesaron. Lo que empezó como algo lúdico terminó transformándose en una forma de trabajo. Me llamó la atención la posibilidad de generar series completas de imágenes, casi como si se tratara de construir un archivo visual. En ese proceso pensé en el trabajo de Hilla y Bernd Becher, que no operaban desde la imagen individual sino desde las relaciones entre muchas.
Esa lógica me permitió empezar a especular. Ya no pensaba en proyectos como objetos cerrados sino como sistemas abiertos o conjuntos de variaciones. En paralelo fui leyendo a autores como Lev Manovich o Antoine Picon, que ayudan a entender cómo las herramientas de representación afectan la manera en que pensamos. No estamos solo usando un recurso visual sino habitando un nuevo entorno. Como decía McLuhan, el medio transforma el mensaje, y en este caso el cambio es tan fuerte que ya no se trata de dibujar una imagen sino de solicitarla. No controlamos completamente el resultado, pero sí podemos editarlo, seleccionarlo, reordenarlo.

AD: ¿Cómo podría la IA ayudar a mejorar las infraestructuras urbanas y rurales? ¿Qué papel podría desempeñar?
FE: Estas tecnologías pueden colaborar en distintos niveles. Por un lado, optimizan ciertos procesos técnicos. Por otro, que es el que más me interesa, permiten construir imaginarios. No se trata solo de proyectar soluciones posibles, sino de pensar aquello que aún no tiene forma. Eso puede ser clave para revisar cómo habitamos territorios históricamente relegados a lógicas puramente extractivas, como el campo.
Así como las ciudades actualizan permanentemente su infraestructura a partir de nuevas tecnologías, podríamos preguntarnos qué pasaría si hiciéramos ese mismo ejercicio con el paisaje rural. Qué sucede si dejamos de entenderlo como un espacio únicamente productivo para imaginarlo también como un lugar cultural, vital, colectivo. Estas herramientas pueden servir para construir esas primeras visiones. No tanto como instrucciones de ejecución, sino como dispositivos para reabrir debates y tensionar ideas establecidas sobre lo rural.

AD: En una de tus últimas series, "Rural Condenser", ¿por qué decidiste centrarte en el desarrollo de las infraestructuras rurales y cómo crees que estas tipologías deberían ser reimaginadas según las tecnologías o inteligencias contemporáneas?
FE: La serie Rural Condenser surge del deseo de contar una historia distinta sobre el campo. Influido en parte por el libro Countryside de OMA, empecé a preguntarme por qué la arquitectura sigue viendo a la ciudad como el único lugar donde suceden cosas. Qué pasa si llevamos esa potencia especulativa al ámbito rural. Qué formas podría tener una densidad no urbana sino agrícola, energética, comunitaria.
Usé estas herramientas como instrumentos de exploración formal y programática. Me interesa especialmente esa tensión entre lo natural y lo artificial, como aparece en proyectos como Agronica de Branzi o la Agricultural City de Kurokawa. En esas referencias, lo rural no se limita a lo productivo o lo ecológico, sino que aparece como un sistema híbrido. En ese sentido, generar imágenes en serie no es solo una cuestión estética, es una forma de pensar infraestructuras como tipologías abiertas, mutables, que permiten alojar otras formas de vida.

AD: ¿Qué papel juega la IA en la reinterpretación de los entornos rurales?
FE: Estas herramientas funcionan como aceleradores de ficciones espaciales. Habilitan escenarios que no se rigen necesariamente por la lógica utilitaria del presente. En el contexto rural, donde muchas veces el diseño está ausente o subordinado a necesidades primarias, aparece la oportunidad de imaginar otras posibilidades.
No pienso la arquitectura solo como forma sino como un conjunto de dispositivos para sostener la vida. Lugares para el trabajo común, sistemas alternativos de almacenamiento, modelos distintos de vivienda o energía. Lo interesante es que estas imágenes permiten combinar lenguajes, escalas y materiales que antes resultaban difíciles de conciliar. Podemos re-imaginar el espacio aéreo de un silo como espacio de reunión o una estructura agrícola que combine producción y vivienda.
No se reemplazan las estructuras existentes, se las amplifica con el fin de formular nuevas hipótesis. Son una herramienta más para desplegar escenarios y abrir preguntas.

AD: ¿Cómo interactúa la creatividad con la IA y qué otras disciplinas pueden contribuir a expandir la evolución de esta tecnología?
FE: Trabajar con estas herramientas no significa delegar el proceso creativo. Al contrario, requiere aprender a leer lo inesperado, ahí está el cruce más rico. No se trata de obtener un resultado correcto, sino de mantener una conversación abierta con lo que aparece. Muchas veces el material visual descoloca, y eso obliga a repensar el proyecto desde otro lugar.
En ese diálogo, otras disciplinas se vuelven fundamentales. La fotografía, por su capacidad de construir archivo o la filosofía de la técnica, que permite entender cómo cada herramienta transforma nuestra forma de pensar. En mi caso, vuelvo mucho a los movimientos radicales de los años 60. No por nostalgia, sino porque entendieron que el dibujo, el montaje o el collage podían funcionar como formas críticas de pensamiento.

AD: ¿Cuáles son los próximos pasos en tu investigación sobre la aplicación de la IA en la arquitectura? ¿Qué otras estructuras serían interesantes para investigar o replantear, comprendiendo sus potenciales usos y necesidades actuales?
FE: Me interesa seguir explorando infraestructuras que suelen quedar fuera del radar de la arquitectura. Plantas de silos, refinerías, estructuras industriales obsoletas. Quiero imaginar cómo pueden ser reutilizadas y reconvertidas en sistemas híbridos que integren vivienda, agricultura, energía o educación.
Una línea que estoy investigando es la posibilidad de pensar infraestructuras para territorios extremos como la Antártida. No desde un proyecto cerrado sino como una especulación abierta. Me interesa continuar una línea de pensamiento que otros arquitectos ya iniciaron, como es el caso de "La primera ciudad en la Antártida" de Amancio Williams.
Estas imágenes no son un fin en sí mismas. Funcionan como laboratorios visuales, donde los límites de lo posible pueden estirarse. El desafío posterior es traducir esas ideas en lenguaje disciplinar. Plantas, cortes, axonométricas, detalles, diagramas, etc. El trabajo toma sentido en esa fricción entre la imagen como detonante y el dibujo técnico como forma de interpretación. No se trata de resolver, sino de darle forma al problema.

AD: ¿Qué consideras que es la inteligencia del futuro?
FE: Pienso que la inteligencia del futuro no es exclusivamente humana ni artificial. Pero más allá del aspecto técnico, me interesa pensar la inteligencia futura como una forma de sensibilidad: la capacidad de construir relaciones no evidentes, de mantenerse activo frente a lo incierto.
Por eso necesitamos herramientas que no solo calculen sino que también abran preguntas, y ahí está el verdadero aporte a la arquitectura. No se trata de automatizar respuestas sino de multiplicar escenarios. Y eso exige una figura de arquitecto cercana a la de un editor, a la de un curador de futuros posibles.

Este artículo es parte de los temas de ArchDaily: ¿Qué es la Inteligencia del Futuro? Cada mes exploramos un tema en profundidad a través de artículos, entrevistas, noticias y obras de arquitectura. Te invitamos a conocer más sobre nuestros temas. Y como siempre, en ArchDaily valoramos las contribuciones de nuestras lectoras y lectores: si quieres postular un artículo o una obra, contáctanos.