
A medida que la inteligencia artificial (IA) se integra cada vez más en la sociedad, es esencial pausar ocasionalmente para reflexionar sobre los fundamentos que la sustentan y las dimensiones a las que se extiende. En el corazón del aprendizaje de la IA están los conjuntos de datos, cuya estructura y contenido moldean cómo estos sistemas interpretan y responden al mundo que los rodea. Esta dependencia crea una profunda interdependencia, una que no solo informa las capacidades de la IA sino que también define posibles puntos ciegos. A la luz de esto, debemos hacer una pregunta crucial: ¿Qué formas de comprensión podría excluir este proceso, particularmente aquellas que no se capturan fácilmente en forma digital?
La sabiduría indígena, transmitida oralmente o incrustada en prácticas diarias, transmite una profunda conexión con el lugar y la historia. Las tecnologías de construcción vernáculas, los materiales locales y las formas de habitar, arraigadas en condiciones específicas, encarnan una memoria colectiva e inteligencia que los algoritmos pueden tener dificultades para comprender plenamente en su profundidad cultural y material. ¿Estamos capturando esta memoria material? Y si lo estamos, ¿qué podría faltar o estar diluido en la traducción? Organizaciones como UNESCO han planteado preguntas en torno a la IA, especialmente en el contexto del creciente proceso de digitalización de contenido en Internet, lo que pone de relieve la compleja y a menudo tenue intersección con los sistemas de conocimiento tradicionales.

La brecha entre la tecnología y lo vernáculo era evidente no hace mucho tiempo. Hoy, con el vertiginoso avance impulsado por la IA, esa brecha persiste y se amplifica. Si bien la innovación avanza en una dirección, los materiales locales y las técnicas vernáculas se encuentran en el otro lado, generando una disparidad cada vez más marcada. Si bien es indiscutible que las inteligencias artificiales generativas pueden reconocer patrones visuales y replicar con precisión los diseños fractales de la tribu Kassena o las tiendas autoportantes de los nómadas mongoles, ¿realmente pueden comprender las técnicas o narrativas detrás de ellos?


Inteligencia colectiva y comprensión contextual de los materiales de construcción
Al comparar materiales "modernos" con los vernáculos, surge una diferencia fundamental en la transmisión del conocimiento. La IA puede procesar fácilmente materiales modernos (cuantificados en datos, rendimientos e imágenes), mientras que los materiales tradicionales se basan en el conocimiento transmitido a través de la práctica y la experiencia compartida.
En las culturas vernáculas, las personas entienden los materiales en un contexto profundo y situado: clima, época de cosecha, comportamientos térmicos, accesibilidad y simbolismo. No son solo objetos de construcción, sino elementos vivos dentro de un ecosistema compartido. Esta forma de conocimiento se aleja de la sistematización. Se nutre de la experiencia directa, arraigada en la vida cotidiana, en lo que llamamos una inteligencia colectiva que emerge de la constante interacción de la comunidad con su entorno.


También podemos considerar lo que Juhani Pallasmaa reflexiona sobre las culturas africanas tradicionales en una entrevista, donde las prácticas de construcción se transmiten más a través del sentido háptico que de códigos o estilos visuales. En lugar de definirse por conceptos abstractos o estéticos, las enseñanzas pasan a través de la sensación, el tacto, el sentir y el experimentar los materiales. Así, entendemos que la téchne—arte, oficio, habilidad—y la logía—estudio, conocimiento—no se limitan a planos, datos y especificaciones técnicas, sino que se expresan en contacto directo con el entorno: un conocimiento palpable, heredado a través de generaciones, una sabiduría colectiva transmitida no solo racionalmente, sino de cuerpo a cuerpo, de generación en generación.

La tecnología contemporánea como puente entre lo natural y lo artificial
En lugar de posicionar la inteligencia artificial en oposición a las tradiciones vernáculas, puede ser más productivo explorar sus puntos de convergencia. La tecnología contemporánea actúa como un puente. Dependiendo de la perspectiva, las personas pueden verla como una manifestación de lo artificial o como una herramienta fundamentada en la técnica.
En este escenario, las tecnologías contemporáneas permiten abordar lo vernáculo desde nuevas formas de documentación, análisis y producción. Aplicaciones como el escaneo LiDAR (Detección y Rango de Luz) permiten la cartografía y digitalización de espacio en 3D de alta precisión. Esta tecnología es beneficiosa para preservar y estudiar construcciones, generando modelos digitales detallados que proporcionan datos valiosos para el análisis. Una técnica relacionada es la fotogrametría, que permite la creación de modelos tridimensionales a partir de imágenes mediante fotografías y software. Esta tecnología de medición y modelado ayuda a documentar y reproducir técnicas de construcción digitalmente. Los datos recolectados por estas tecnologías pueden intersectarse con la inteligencia artificial para predecir la durabilidad, comportamiento o adaptabilidad de los materiales bajo condiciones cambiantes, ofreciendo así opciones para optimizar su uso.


Pero la documentación es sólo una parte de esta convergencia. Para traducir esta integración al plano físico, tecnologías como la fabricación digital han sido clave en vincular materiales y sistemas tecnológicos. Procesos aditivos, como la impresión 3D con materiales basados en tierra, hacen posible reproducir formas complejas que serían difíciles de ejecutar manualmente por mano de obra calificada en la construcción tradicional. Estas tecnologías abren la posibilidad de crear prototipos o componentes arquitectónicos basados en técnicas vernáculas, adaptándolas a nuevas necesidades.


A lo largo de este proceso—ya sea escaneando, documentando o fabricando/imprimiendo—es esencial mantener la pregunta: ¿por qué? Este cuestionamiento sostiene una reflexión crítica. Para que la producción arquitectónica contemporánea incorpore técnicas de construcción contextualizadas, debe pasar por una comprensión del clima, el vínculo con el territorio, y, ¿por qué no?, incluso la vida comunitaria. Solo de esta manera pueden considerarse una forma de patrimonio vivo. Sin estos elementos, un bloque de tierra no es más que una colección de minerales comprimidos en un molde.
Este tipo de conocimiento puede no ser completamente transferible a un entorno digital, ni puede necesitar ser completamente "comprendido" por la inteligencia artificial. Lo que es crucial es que, como seres humanos, reconozcamos el valor que cada uno de estos elementos aporta a la construcción del entorno. A menudo se dice que el conocimiento del pasado ofrece una valiosa guía ante la degradación ambiental, la crisis climática y otros problemas urgentes. A la luz de esto, es pertinente repensar la noción de "inteligencia" como la capacidad de adaptarse al entorno, desde una perspectiva interconectada con diferentes disciplinas y formas de conocimiento.

Este artículo es parte de los temas de ArchDaily: ¿Qué es la Inteligencia del Futuro?, presentado orgullosamente por Gendo, un copiloto de IA para arquitectos.
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